Papá… Mamá…:
He tomado la decisión de venir a hablar con ustedes, ahora que siento que nada está a mi favor. No sé de donde saco el valor; nunca tuvimos tiempo de mirarnos a los ojos como las personas que
somos, siguen viéndome y tratándome como una infante que hay que proteger y “yo”, mi cuerpo, mi mente, se niegan a seguir siendo niña.
Hace algunos años, las cosas comenzaron a ser distintas y mi cuerpo, ahora revolucionado, me pide experimentar cosas que aún temo y deseo…
Y no supe como paso todo; mi corazón palpitaba desesperado y la sangre corría caliente esa noche; les juro que pensé que había tocado el cielo, que esa entrega de algo íntimo, iba a ser mutua, yo
de él y él el mío; pero una semana después, ya no volvió, como tampoco lo hizo, aquello que venía cada mes.
Por eso estoy aquí, cansada de llorar en medio de tanta soledad, pensando en alguien que con un consejo alivie este vació que me mata y este frío que no me deja vivir, estoy cansada de huirle al
día, al sol y a la luna, que siento que me juzgan; no sé si sea capaz de soportarlo.
Luego de hablar con algunas chicas, había pensado que la solución era acabar con mi tormento, impidiendo que aquello dentro mío, siga creciendo; pero le he dado tantas vueltas al asunto, que
sentí de pronto que ese problema, vendría siendo mi consuelo y mi compañía.
Siento mucho haber fallado, dejándome llevar por mis instintos, los que sentí tan naturales, tan míos.
Siento mucho decepcionarlos, porque sé que de mí, esperaban algo distinto, tal vez mejor; aunque yo he pensado que lo mejor, es permitirle la vida a la inocencia, como ustedes me lo permitieron a
mí.
Y ya que ustedes fueron quienes me dieron la bella oportunidad de vivir, he venido precisamente a ustedes buscando su apoyo, ya no como una niña, sino como la mujer en formación, que necesita ser
guiada y escuchada; el que me juzguen, no me dará mucha fuerza y lo que busco, es que sean mis confidentes y que se tomen el tiempo de conocerme, para remediar todos esos vacíos que de niña
quedaron, por ocuparse demasiado de sus asuntos, por sobreprotegerme o dejarme a la deriva, en vez de prepararme para este mundo, que ahora, con dolor conozco; por cada minuto que desperdiciamos,
sin hablar, sin conocernos realmente, sin darnos la oportunidad de sentirnos como la familia que somos.
Si están dispuestos a intentarlo, tal vez podamos ser más amigos y logremos ser la familia que tanto deseamos.
Que dicen… ¿Empezamos de nuevo?
Ps. Juan Pablo D.
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