El desarrollo mental del recién nacido desde el momento mismo de su nacimiento hasta el comienzo de la adquisición del lenguaje, periodo en el cual se lleva a cabo un proceso de conquista de la inteligencia, mediante percepciones y movimientos, es decisivo en la evolución psíquica del individuo y por desdicha, no siempre es abarcado con la importancia que se merece, a causa de la ausencia de las palabras del infante que ayudarán al seguimiento adecuado del proceso de inteligencia.
El psicólogo Jean Piaget en sus estudios de la evolución del conocimiento infantil expuso en su teoría la primera fase de inteligencia en un niño, esta es la sensoriomotriz, la cual está dividida en seis etapas en las que el infante cumple un proceso de desarrollo en su nivel intelectual partiendo de los sentidos y los movimientos; no cabe duda de que es extraordinaria la forma en como el recién nacido, en su búsqueda de supervivencia, actúa a través de los esquemas de reflejos, con los que nace por herencia biológica y cómo a través de las diferentes etapas del niño, este se va interesando por las reacciones que su cuerpo y su entorno van mostrando progresivamente, a medida que los cambios se van haciendo más evidentes.
Este pequeño ser, va descubriendo su ubicación en el mundo que lo rodea y se va adecuando a él a través de lo que por casualidad ocurre; pero paulatinamente va desarrollando su inteligencia a fuerza de la continuidad de su reacción ante los acontecimientos y con la ayuda de más elementos que lo lleven a estimular y a experimentar nuevos problemas; de esta forma ir descubriendo las soluciones para estos mismos y así, consecutivamente, desarrollar mejor su inteligencia.
Los padres pueden ser factor fundamental de ese mismo desarrollo de su hijo, llevando a cabo una serie de procedimientos adecuados para la estructuración de la parte sensitiva y motriz del niño, como por ejemplo la música de estimulación, las caricias y las palabras demostrativas de amor y de comprensión, los alimentos que desarrollen su gusto, el contacto con la naturaleza y el medio ambiente, objetos que al tacto y a la visión sean muy llamativos, que los estimule a jugar con ellos y les llame la atención; además frecuentemente tener una pequeña rutina de ejercicios para que su cuerpo se vaya desarrollando ágilmente.
Durante ese avance de los dos primeros años de vida en el que el niño, para sí, construye un orden que lo ubica dentro del mundo de su entorno, se va haciendo consciente del espacio que ocupa dentro de las demás cosas y le da una estructura mental que lo lleva a un nuevo proceso de inteligencia correspondiente a su ser, que es la reflexiva, donde las acciones se presentan y elaboran internamente.
Todos estos procesos de inteligencia que experimenta el niño desde su temprana edad a través de la parte sensoriomotriz, abarcando cada una de sus progresivas etapas, conducirán al infante a un mejor desarrollo en cada una de las edades posteriores, las cuales se ven basadas en esta primera importante etapa.
En conclusión, el avance de la inteligencia del niño se da desde el mismo momento del nacimiento y todo su entorno juega un papel importante en ese mismo proceso, todas sus experiencias serán grabadas en su mente y después expuestas no solo en acciones sino en los pensamientos que individualmente desarrolle.
Ps. Juan Pablo D.
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