“En principio no hay mucha diferencia entre una persona cobarde y una valiente. La única diferencia es que el cobarde escucha sus miedos y se deja llevar por ellos, mientras que la persona valiente los aparta y continúa su camino. La persona valiente se adentra en lo desconocido a pesar de todos los miedos.” (Coraje, OSHO)
Por lo general, cuando se tiene miedo a los cambios, los resultados obtenidos no son los esperados y consecuentemente se espera fracaso de los mismos, haciendo creer o pensar que el cambio no es bueno y que, por consiguiente, sería mucho mejor conservar lo que tenemos y quedarnos como estamos, probablemente, impidiendo una perspectiva de triunfo cuando de cambiar se habla. Hay que partir, entonces, de la idea de que es común para cualquier persona, la resistencia y el miedo al cambio, sentimientos que implican, precisamente, el intento por conservar el estado actual que se tiene sobre algo, en contra de todas las presiones que puedan causar una alteración de la misma; una sensación que por lo general se tiene, por pensar en que no estamos preparados para lo que viene y no tenemos confianza en nuestras potencialidades naturales.
Por las consideraciones anteriores, se debe dejar en claro que todo cambio, requiere modificación de la conducta, el comportamiento, las actitudes y los valores, haciendo una revisión sobria y franca del quehacer de cada uno como personas, en los ambientes de desarrollo y en los sistemas de los que se hace parte, que requieren una reorganización general y por consiguiente, también un cambio de cada una de sus partes o subsistemas; y ya que los cambios vienen hoy en día con más fluencia que de costumbre, presionando los estados actuales de cualquier individuo en las circunstancias que sean, es preciso hacerse conscientes de la necesidad de cambio en la propia vida, para forjarse partícipes de las revoluciones acaecidas en el mundo actual, sin permitir que las oportunidades de cambio pasen desapercibidas ante los ojos de la sociedad y quienes la componen.
En tal sentido, dentro de las posibles formas de evitar el fracaso en las circunstancias de cambio, está la de tomar cada una de ellas como posibilidades, más que como imposiciones del medio, descubriendo, desarrollando y poniendo en práctica, las potencialidades naturales de las que se están dotados, para reaccionar con voluntad, perseverancia, incentivos y acciones concretas, logrando la renovación de hábitos y formas tradicionales de ver y hacer las cosas; comprendiendo además, que en el camino se encuentran fuertes adversidades que retan las capacidades innatas y las esperanzas de triunfo, por ende, de esas frustraciones resultantes, hay que aprender para superarlas en posteriores ocasiones, sin dejarse vencer, pensando de manera positiva que el cambio ayudará a lograr mejoras en lo que se propone cada quien, desarrollando confianza y seguridad interior, para que cada vez que se vea enfrentado a un cambio, se agregue prospectivamente un triunfo más, a la lista de éxito.
Dejo para cerrar una frase a considerar:
“El inteligente aprende de su propia experiencia, el sabio aprende de la de los demás y el necio, nunca aprende” (Confucio).
Ps. Juan Pablo D.
Escribir comentario