Si toda la eternidad se nos fuera en palabras vacías, estaríamos perdiendo nuestro tiempo, dedicándolo a hablar vanamente y no a vivir. Aveces el tiempo nos pide que callemos, porque no nos detenemos a pensar, a actuar, a sentir, a ser, a observar, a vivir y experimentar. En ese momento es cuando nuestra vida nos pide que cada palabra dicha, sea la adecuada, ni más, ni menos, solo lo que debe ser, pensando en el bien propio y en el de los demás.
Esta historia tratada de forma alegre, nos permite analizar la importancia que cobra en nuestra existencia, el poner atención a la palabras que nombramos, y su directa conexión con nuestro mundo interior, pues cada cosa que expresamos, a traves de palabras o actos, es nada mas que la exteriorización de nuestro ser.
Por esto, te propongo, que las próximas palabras que salgan de tu boca, las analices para verificar que sean las correctas, si no lo son, repáralo, porque puedes perder en tus próximas últimas palabras sin siquiera darte cuenta, todo aquello valioso que de verdad tienes en vida.
“Cada palabra que digas ha de ser tan valiosa que nunca te arrepientas de ella, pues nunca sabes si la última palabra que digas, sea realmente la última”.
Ps. Juan Pablo D.
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