Algo para reflexionar: Si fuera adulto antes que niño qué regalo pediría a mis padres
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Los padres somos los primeros y los más importantes a la hora de influir en el desarrollo y en la personalidad de
nuestros hijos.
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Las normas y límites que desde la familia reciban nuestros hijos, serán los que más van a influir en ellos.
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Si establecemos reglas, límites, normas claras y reducimos o eliminamos las críticas ganaremos comunicación y
obtendremos resultados más positivos y más duraderos.
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No por dar mucho más de lo que piden o necesitan tendremos hijos más felices y creativos sino todo lo contrario.
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Valoramos mucho lo que no tenemos, pero deseamos, y para conseguirlo no sólo lucharemos sino que también
desarrollaremos el ingenio.
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Las privaciones nos enseñan a valorar y a cuidar lo que con esfuerzo conseguimos.
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Si potenciamos esfuerzo potenciaremos creatividad, seguridad, autoestima, libertad, superación, valoración de objetivos
conseguidos. y en general valores fundamentales para un perfecto desarrollo.
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Si aprendemos a utilizar el refuerzo verbal y positivo incrementaremos actitudes y comportamientos mucho más
adaptativos.
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Se consigue más respeto y autocontrol con calma y serenidad que con gritos y exigencias.
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Antes de reñirles pensémoslo 3 veces y después intentemos animarles para conseguir los objetivos que deseamos modificar
o incorporar.
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Para educar, mejor hablar con calma que con gritos, si gritamos transmitimos mensajes cargados de agresividad y
ansiedad, de ahí que consigamos todo lo contrario de lo que pretendemos.
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Si cada vez que observamos un comportamiento positivo lo valoramos y lo reforzamos, automáticamente lo convertiremos en
algo importante y como tal tenderá a repetirse.
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Si además lo registramos, la importancia aún será mayor y con ello incrementaremos el orgullo por lo bien hecho y la
autoestima se incrementará.
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Y si además lo comentamos como algo importante, ante la familia o con los amigos (cuando nuestros hijos estén delante),
su repetición estará garantizada y con ello su aprendizaje.
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Cuanto mayor sea la lista de comportamientos positivos anotados mayores serán los objetivos que desearemos conseguir y
con ello estaremos garantizando la adquisición de hábitos adecuados.
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Un hábito se adquiere con la repetición y una vez adquirido es muy difícil modificarlo.
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Es mucho mejor crear hábitos saludables que modificar los inadecuados, el tiempo dedicado a ello habrá merecido la
pena.
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Se consigue mucho más con refuerzo positivo que con castigo.
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El castigo lleva a mentir para ocultar errores cometidos y con la mentira no sólo aprenderemos a mentir a los demás
sino también a mentirnos a nosotros mismos.
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El castigo conlleva resentimiento, sensación de fracaso, agresividad entre otras cosas, por ello cuanto menos lo
utilicemos mejor.
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El refuerzo positivo nos lleva a desear repetir y a no tener que ocultar, a querer que los demás conozcan lo que
hacemos bien y a sentirnos seguros.
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Las críticas y censuras inhiben, las alabanzas potencian el aprendizaje y el correcto desarrollo evolutivo.
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Las críticas hechas, cuando estamos enfadados, impiden el autocontrol y conducen a decir barbaridades que decimos pero
que no creemos ni sentimos.
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Lo dicho con respeto genera confianza, seguridad, autoestima, satisfacción y en general deseos de superación.
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Se corrige más alabando lo positivo que castigando o criticando los errores.
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Cuando alabamos un mínimo esfuerzo estamos sentando bases para lograr grandes objetivos.
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Si nos mostramos orgullosos por pequeños detalles bien hechos estaremos dando alas y sentando las bases para realizar
grandes esfuerzos y conseguir grandes objetivos.
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Si aceptamos a nuestros hijos como son y no como nos gustaría que fueran les estaremos enseñando respeto, seguridad en
sí mismos y autoestima.
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Las comparaciones son odiosas, aportan más daño que beneficio, generan inseguridad, miedos, sentimientos de fracaso,
falta de autoestima, inhibición y mucha inseguridad.
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Si enseñamos a ver lo positivo de los demás estaremos aprendiendo a ver lo positivo en nosotros mismos.
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Si enseñamos a ver lo positivo de los demás estaremos aprendiendo a establecer relaciones gratificantes y a percibir y
a compartir lo mejor de cada uno.
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Si obligamos a nuestros hijos a respetar las normas y los límites estaremos sentando las bases para ser personas
equilibradas, sin traumas, felices consigo mismas y con el medio que les rodea pues sabrán siempre a qué atenerse y a no estar desorientados.
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Si permitimos que se salten las normas cuando son pequeños no sabrán respetarlas conforme vayan creciendo.
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Si permitimos que nuestros hijos se salgan siempre con la suya estaremos gestando adultos egoístas e insatisfechos con
todo.
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Beneficiamos más a nuestros hijos cuando los padres nos ponemos de acuerdo en las decisiones que tomamos que cuando uno
decide una cosa y el otro le lleva la contraria.
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El desacuerdo entre los padres genera ambigüedad y manipulación, el acuerdo seguridad y respeto.
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Conseguimos más pidiendo las cosas que ordenándolas.
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Conseguimos más dialogando que exigiendo.
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Si ordenamos y exigimos sin diálogo, impediremos que puedan desarrollarse otros puntos de vista y otras
alternativas.
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Si tenemos en cuenta otros puntos de vista y otras alternativas estaremos potenciando nuestro desarrollo
personal.
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No hay mejor modelo que unos buenos padres y no hay mejor escuela que un buen modelo.
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Se aprende mucho más a través de los modelos que a través de la teoría.
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Una promesa hay que cumplirla por encima de todo pues con ello generaremos confianza, seguridad, valores, ideas claras
y en consecuencia saber muy bien a qué atenernos en todo momento.
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Cuando se toma una decisión sobre lo que es correcto hacer, hay que mantenerla y si nos hemos equivocado aprender de
ello para no volver a equivocarnos.
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Si cambiamos continuamente de opinión sobre lo que deben hacer nuestros hijos estaremos generando ambigüedad y
desorientación.
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Dejemos que nuestros hijos cometan errores, no lo hagamos todo nosotros para evitarles problemas, pues de hacerlo así,
los estaremos creando.
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No consideremos los errores como fracasos sino como posibilidades para aprender y poder salir fortalecidos de
ellos.
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Es importante que nuestros niños aprendan a frustrarse, pero solemos impedírselo porque les damos todo mucho antes de
que nos lo pidan, incluso aunque no lo hayan pedido ni les haga ninguna falta.
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Es fundamental aprender a dilatar la gratificación y aprender a esperar el premio para poder aprender a enfrentarnos a
la frustración y poder adquirir las habilidades necesarias para combatirla.
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La sobreprotección pasa factura pues genera personas inseguras.
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Para aprender hay que cometer errores pues de los errores se aprende.
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Cuantos más errores cometamos mayor nº de veces lo habremos intentado y mayores recursos y habilidades podremos
adquirir.
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No se consiguen grandes metas sin antes haberlas intentado.
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Los grandes científicos cometieron muchos errores hasta lograr su objetivo final
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Si enseñamos a nuestros hijos a decir la verdad aprenderán a no ocultar, a asumir responsabilidades, a aprender de las
consecuencias, a ser sinceros con ellos mismos, a ser honestos y a sentirse orgullosos de sí mismos.
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Si aprendemos a escuchar podremos enseñar a escuchar, a compartir dudas, a confiar, a razonar, a reconocer errores, a
dialogar y la comunicación vendrá sola.
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Es más importante aprender a controlar, aprendiendo a escuchar, que aprender a anticipar sin dejar terminar lo que nos
están diciendo.
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Si aprendo a escuchar, aprenderé a concentrarme en lo que otros puedan decirme y a no generar ideas equivocadas.
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Si aprendo a escuchar estaré aprendiendo a razonar y a comprender, a ponerme en el lugar de los otros, a valorarles, a
hacerles sentirse importantes y los beneficiados seremos todos.
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Si aprendemos a escuchar y a no gritar, cuando no estamos de acuerdo, estaremos enseñando a razonar y a
dialogar.
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No tiene más razón quien más grita sino quien, a través de la escucha activa, ofrece más alternativas.
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Es más fácil equivocarse cuando nos precipitamos que cuando esperamos y escuchamos.
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Si aprendemos a escuchar a los demás también aprenderemos a escucharnos a nosotros mismos.
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Si admitimos que nos hemos equivocado ganaremos respeto y sentaremos las bases para poder corregir los errores.
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Es más importante admitir un error y poner los medios para corregirlo que negarlo para que otros no nos
critiquen.
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El equivocarse es de sabios, se cometen muchos errores hasta descubrir un gran resultado.
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Los errores son muy importantes no los veamos como fracasos sino como medios para conseguir un fin.
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Si cuando hacemos algo bien hecho nos lo valoran tenderemos a repetirlo, mucho más que si nos critican lo que hacemos
mal.
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La base del aprendizaje es la repetición, cuanto más repitamos algo, mejor lo aprenderemos.
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Nos sentiremos más importantes y más seguros cuando nos valoren lo bien hecho y, nos sentiremos más inseguros y más
fracasados cuando nos critiquen por lo que hemos hecho mal.
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Si alabamos y valoramos el esfuerzo realizado conseguiremos mucho más que si lo obviamos.
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Se aprende mucho más a través de los hechos que a través de las palabras.
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La teoría es útil y necesaria, pues aporta información, pero si la teoría dice una cosa y los hechos dicen otra
aprenderemos lo que digan los hechos.
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Si decimos una cosa y hacemos otra estaremos transmitiendo inseguridad, falta de sinceridad y mucha
desorientación.
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Si enseñamos a respetar a los demás estaremos enseñando a respetarnos a nosotros mismos.
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Si enseñamos a respetar lo que nos rodea, enseñaremos a valorar lo que tenemos, a sentirnos orgullosos, a ser
objetivos, a captar lo mejor y lo más positivo del medio.
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No podemos pedir que recojan su habitación, si cuando vamos por la calle nos ven tirar un cigarrillo o un papel al
suelo.
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En el colegio nos enseñan teoría, pero en casa podemos aprender la práctica, y los padres somos los mejores profesores
de nuestros hijos.
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Un minuto dedicado a escuchar a nuestros hijos, será un minuto durante el cual nuestros hijos podrán sentirse
importantes, porque alguien valorará lo que están diciendo.
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Cuanta más importancia tiene una cosa más tiempo le dedicamos ¿por qué no hacer lo mismo con nuestros hijos, si es lo
más importante que tenemos?
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Lo que para nosotros puede ser una tontería para nuestros hijos puede ser lo más importante del mundo.
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Si les escuchamos les enseñamos a dialogar, a expresar sentimientos, a no sentir vergüenza por lo que dicen o piensan y
eso es muy importante para su desarrollo.
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Tener pocos años implica tener poca experiencia pero los padres podemos enseñarles a ser mejores adultos.
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Quererles y decírselo, les ayuda mucho más que darlo por hecho y no decirlo por ser obvio.
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Al darles besos y achuchones cariñosos hará que valoren lo importantes que son para nosotros y eso permitirá que se
sientan mucho más seguros.
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Si transmitimos optimismo, estaremos enseñando a ver lo positivo y con ello garantizaremos el bienestar, la alegría, la
satisfacción personal y las ganas por compartir nuestras emociones.
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La mejor escuela de la vida es el ejemplo de los padres.
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Son mucho más útiles los ejemplos, a través de nuestros comportamientos, que las mejores teorías.
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La misión de los padres es orientar, aclarar ideas, amar a nuestros hijos sin comparaciones, comprenderles,
incentivarles, ayudarles pero sobre todo es ser un buen modelo.
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Si no escatimamos esfuerzos nos beneficiaremos todos.
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A mayor esfuerzo mayor logro y a mayor logro mayor autoestima.
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Si les pillamos haciendo algo bien, nosotros aprenderemos este hábito y con él garantizaremos su aprendizaje, su
espíritu de superación, su seguridad y su autoestima.
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Cuando repiten lo que saben que ha gustado están aprendiendo pues la repetición es la base de todo aprendizaje.
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Para conseguir resultados positivos hay que aplicar lo aprendido con perseverancia.
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Es mejor marcar metas pequeñas y celebrar los éxitos que marcarles metas grandes pero imposibles.
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Es más importante reforzar los logros a corto plazo que exigir alcanzarlos a largo plazo.
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Si realizamos críticas delante de nuestros hijos les enseñaremos a criticar y a no valorar los potenciales que todos
tenemos.
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Es fundamental focalizar la atención en los puntos fuertes de nuestros hijos por mínimos que sean, minimizando sus
dificultades, potenciando sus recursos y valorando sus habilidades.
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Todos somos genios en potencia, desarrollemos la genialidad y ayudemos a nuestros hijos a conseguirla.
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Cuanto antes comencemos a trabajar mejores resultados obtendremos.
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Nuestros hijos son nuestro futuro, no escatimemos esfuerzos pues todos nos beneficiaremos de ello.
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Trasmitamos a nuestros hijos que si nos lo proponemos por conseguirlo seremos capaces de mejorar, aprender y progresar
en todos los sentidos y en todos los ámbitos de la vida.
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Por último decir que siempre es mejor prevenir que curar.
Dra. Ana Mª Bastida de Miguel
Licenciada en Psicología - Máster en Psicología Clínica
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