Uno de los principios de la terapia Gestalt y de la práctica de la meditación es la idea de vivir en el momento presente. Para algunas personas, esta pauta de vida sirve como una manera de experimentar la vida en un sentido auténtico a la vez que no se cae en las preocupaciones infundadas.
Sin embargo, una cosa es la teoría y otra es la práctica. ¿Cómo se hace eso de vivir en el presente? ¿Y qué significa? En las siguientes líneas trataremos de dar respuesta a estas preguntas.
Resumiendo mucho, vivir en el momento presente significa interpretar todas nuestras experiencias como parte de un conjunto de sensaciones únicas, que solo existen como tal en el aquí y el ahora.
Eso significa, por ejemplo, no sostener la creencia de que lo que experimentamos son copias más o menos perfectas de momentos anteriores, o que son anticipos de lo que viviremos en el futuro.
De ese modo, no se caerá en la trampa de creer que toda nuestra vida se la debemos a nuestros recuerdos y a lo que esperamos de los tiempos que están por venir (independientemente de si las expectativas son buenas o malas), y apreciaremos lo que nos va sucediendo tal y como es en el momento presente.
A partir de aquí veremos algunas pautas básicas para empezar a incorporar a nuestra cotidianidad esta filosofía de vida. ¿Estás listo para empezar este viaje?
La rumiación psicológica es lo que ocurre cuando aquello que nos preocupa o nos produce estrés atrae hacia sí toda nuestra atención y nuestros pensamientos.
Básicamente, se trata de recuerdos desagradables (independientemente de si se basan en experiencias reales o en ideas) que se convierten en algo a lo que todo lo que hacemos o percibimos termina haciendo referencia.
Para terminar con la rumiación lo recomendable es, entre otras cosas, encontrar momentos para descansar y, especialmente, dedicarlos en pasear por entornos naturales.
La meditación no hace que dejemos la mente en blanco (eso es imposible), sino que nos ayuda a alejar nuestra atención de interpretaciones de la realidad basadas en el pasado y el futuro.
El mindfulness es una forma de meditación muy estudiada y fácil de practicar que, además, ha probado ser eficaz a la hora de evitar recaídas en la depresión.
La meditación no es la única manera de desconectar; también existen muchos ejercicios de relajación que se centran en la relajación de los músculos y en el acompañamiento de un tipo de respiración lenta que utiliza al máximo la capacidad de los pulmones.
Estas técnicas nos ayudan a cortar con los pensamientos intrusivos vinculados al pasado.
Una buena manera de aligerar cargas y empezar a apreciar más las experiencias vinculadas directamente al presente es hacer una valoración de los propios objetivos y responsabilidades. Es difícil vivir en el presente cuando se ha de estar trabajando 11 horas al día.
Es por eso que el tiempo que se invierta en hacer un balance de las propias prioridades en busca de un mayor bienestar será tiempo bien aprovechado.
Hay que hacer que la autoimagen y la autoestima sean una herramienta para conocernos fielmente, no algo que nos esclavice y nos haga sentir mal por no cumplir con las expectativas que nos hemos autoimpuesto.
Si todo lo que hacemos lo realizamos con la vista puesta en si eso nos acerca o nos aleja más del "yo ideal", estaremos desaprovechando muchas oportunidades de empaparnos de lo genuino de cada vivencia simplemente porque nuestra atención habrá quedado enganchada en un ideal que solo existe porque lo hemos creado.
Pocas actividades hacen que nos centremos más en el presente como el deporte físico. Como este tipo de ejercicios nos exigen esfuerzo y concentración en lo que ocurre, funciona muy bien para "desenganchar" nuestra atención de las preocupaciones.
Pero, además, hacer deporte hace que nuestro cuerpo segregue una mayor cantidad de endorfinas, gracias a las cuales nos invade una sensación de bienestar y alivio.
Los existencialistas defienden la idea de que la vida solo tiene las metas y el sentido que nosotros le queramos dar, y esa idea es fundamental para gestionar todas las expectativas que notemos que nos hacen más mal que bien.