La muerte es un aspecto de la vida de una significación profunda y en todas las épocas su existencia ha desconcertado tanto al
hombre de Oriente como al de Occidente. Es posible aproximarse a ella desde diferentes ángulos. Aquí trataremos especialmente los problemas psicológicos que surgen en nuestra vida, provocados por
el concepto de la muerte, las actitudes hacia ella y el hecho de morir.
La muerte en tanto que tabú
En Occidente, el fenómeno de la muerte es un tabú para la mayor parte de la gente. Hasta hace poco, los conceptos psicoanalíticos de las actitudes hacia la muerte y del temor de morir que de allí
se derivan eran dominantes. Los sentimientos a propósito de la muerte eran esencialmente manifestaciones de una realidad. anterior, o sea, la angustia de la separación de la madre o los
conflictos relacionados con el complejo de castración. Tales desplazamientos clínicos podían producirse y los temores sobre la muerte eran fenómenos secundarios.
Sin embargo, nuevos estudios sugieren de manera creciente que lo contrario podría ser más exacto. Stanilav Grof dice que el concepto actual de la muerte y la reacción de los moribundos,
caracterizada por una represión y una negación masivas, parece ser un producto anexo de una industrialización que crece rápidamente con un acento excesivo sobre el pragmatismo, una filosofía
materialista y una orientación general hacía el éxito y el triunfo. El continúa: «Una confrontación íntima con la muerte, agregada a una angustia que se desencadena, profundamente arraigada
biológicamente, unida al instinto de supervivencia, parece representar un llamado penoso a las últimas limitaciones de los esfuerzos del hombre por controlar
y dominar la naturaleza».
Problemas psicológicos
El hombre no puede escapar a la confrontación con la muerte. En su aproximación a este desenlace encuentra que no tiene más que dos posibilidades: o bien hay una vida después de la muerte, o no
la hay. En cualquiera de estas dos formas, el hombre occidental concibe ordinariamente su propia muerte como
una extinción repentina, como algo que llega a su cuerpo sin beneficio alguno. Esta actitud le hace llegar hasta las últimas posibilidades de prolongación de su vida física, lo que funciona como
una especie de control psicológico colectivo, haciéndole fijar su atención sobre los aspectos cuantitativos de la vida humana, ignorando a menudo los valores cualitativos.
Pueden crearse otros problemas por la actitud de los adultos hacia la muerte. Para mantener a los niños a resguardo de la existencia de la muerte, los padres pueden mantenerlos separados de las
realidades del fin de la vida humana. Se ha demostrado que esto es una actitud ineficaz y nociva. En verdad, esta manera de actuar entorpece el desarrollo emocional del niño y manifiesta más las
angustias de los adultos en relación a la muerte, que la capacidad de los niños de hacer frente a esta realidad.
El humor depresivo, el temor de la pérdida, el insomnio, los síntomas esquizoides y diversas perturbaciones psicosomáticas revelan su parentesco con la inquietudes en relación a la muerte.
Incluso, varios investigadores han llegado a la conclusión que el temor a la muerte es el factor traumático más típico para desencadenar una demencia senil.
Conocimiento y muerte
Entre otros: Feifel, Eissler, Johnson, Spielberger, Kübler-Ross han demostrado que el pensamiento de la muerte es una fuente de angustia para el hombre. La ansiedad es un estado caracterizado por
sentimientos subjetivos conscientemente percibidos de aprensión y de tensión asociados a una activación del sistema nervioso autónomo. El estado de ansiedad causa cambios cognitivos y de
percepción. El resultado primario del temor de la muerte, trayendo como consecuencia el desarrollo de estados de ansiedad, es una distorsión fundamental de la manera en que somos conscientes del
mundo. Este temor nos impide concebir la muerte como un fenómeno natural, como el destino de todos los seres sensibles y como un desenlace fundamental en la naturaleza en su proceso constante de
transformación de todas las cosas.
Por otra parte, el instinto de conservación, una de las causas primeras de este temor, puede tener su origen en el anhelo inconsciente del hombre de ser eterno. Para enfrentar, en un estado
ordinario de consciencia,
a este modo de ser «eterno», el hombre niega la muerte, dándole una connotación de tabú. Probablemente, este deseo inconsciente de ser eterno es una de las razones más poderosas por la que el
hombre se interroga sobre la naturaleza de la muerte y del más allá. El desea aprender sobre los misterios de la muerte. Sin embargo, su capacidad real de aclarar esta interrogante al interior de
su modo de conocimiento del universo le parece que está más allá de su poder. El se siente vencido ante tal dilema y puede llegar a experimentar miedo, reprimiendo su búsqueda. En este contexto,
don Juan (Castañeda) dice: «El temor es un enemigo terrible, tramposo y difícil de dominar. Él permanece oculto en cada recodo del camino, merodeando, esperando. Y si el hombre, aterrorizado por
su presencia, huye, su enemigo habrá puesto un término a su búsqueda.»
Una razón probable del temor de la muerte
En un estado ordinario de consciencia, nosotros asimilamos e interpretamos las percepciones de los sentidos en unidades de significación. Contemplamos el mundo alrededor de nosotros y nuestros
ojos seleccionan ciertas informaciones que serán más tarde «archivadas» como una representación parcial de la realidad física. Nuestros sentidos no son capaces de asir la totalidad de la forma en
la que se manifiesta la existencia - cambiante e intercambiable - del universo exterior e interior. Vemos el mundo como compuesto de cosas diferentes, separadas las unas de las otras por el
espacio, y en consecuencia somos conscientes de una imagen del universo en tanto que entidades más o menos estáticas. Si contemplo, por ejemplo, el sólido y bello edificio del Parlamento, tendría
la experiencia de esta construcción como de algo casi eterno. No pensaría por un instante la posibilidad de que los agregados que componen ese determinado edificio no estaban allí hace 500 años,
y tampoco pienso en que esos agregados de moléculas y de átomos estén en movimiento y en cambio perpetuos. No puedo ver cómo ese edificio envejece, sin embargo, a cada segundo esta construcción
aparentemente tan sólida está en constante deterioro y - aun siendo bien conservada y restaurada - a la larga esos agregados, dispersos por el viento del tiempo, dejarán de estar allí. Este
resultado psicológico de la dimensión cognitiva nos vuelve apenas conscientes de los cambios que ocurren del nacimiento a la vejez en el camino hacia la muerte que se producen en nuestros cuerpos
en este momento mismo. Este modo humano específico de aprehensión de la realidad es probablemente la causa principal de la conceptualización del universo de una manera dualista que hace una
separación neta entre el Yo y Tú, el cuerpo y el espíritu, la vida y la muerte.
Consecuencias del dualismo
Las consecuencias existenciales de esta consciencia dualista se reflejan sobre nuestro entorno representando un amplio espectro social. Esta manera determinada de ser conscientes puede hacer que
el individuo se sienta como un ego aislado, flotando en un océano más o menos peligroso, donde él debe obtener para sí mismo medios específicos de sobrevivir en esa sociedad específica. Su meta -
que es fundamentalmente la meta consciente o inconsciente de todo ser humano - será la de lograr un sentimiento de bienestar físico, psicológico y social. A fin de alcanzar sus metas a corto o a
largo plazo, él negociará con su entorno social. Está claro que se comportará con la vida y la muerte en función de la consciencia que él tiene de su universo. Y negociando con un universo
fundado sobre un punto de vista inadecuado - lo que es el caso de la consciencia que él tiene ordinariamente de su ambiente y de sí mismo - obtendrá resultados inadecuados. Puede alcanzar un
bienestar provisorio pero se sentirá siempre amenazado por su entorno y por la perspectiva de la muerte. Su contexto social lo condicionará en todo momento para actuar más o menos en ese sentido.
Nosotros podemos observar aquí un círculo vicioso.
El concepto de la muerte en las culturas orientales y «primitivas»
Probablemente en todas las culturas, sobre toda esta tierra, el hombre teme a la muerte. Parece que el instinto de conservación desde la ameba hasta el hombre hace que un ser viviente trate con
todas sus fuerzas de conservar su vida. Y allí, el temor puede funcionar como un mecanismo muy útil para la preservación de las especies. Sin embargo, parece que en los estudios interculturales
es posible encontrar diferencias cualitativas en las actitudes de los hombres en relación con la muerte.
Malinovski establece que: «... para el hombre primitivo la muerte tiene principalmente el sentido de un pasaje hacia la resurrección. Ve la declinación como una etapa del renacimiento, la
abundancia del otoño y el declinar del invierno como un preludio al despertar de la primavera.»
Esta es una visión poética de la muerte. pero tiene implicaciones psicológicas. En este contexto, es importante insistir sobre el hecho de que la antropología moderna, al estudiar los pueblos
«primitivos», reconoce que la magia y la religión no son solamente una doctrina o una filosofía, ni simplemente un conjunto intelectual de opiniones, sino un modo especial de conducta, una
actitud pragmática hecha a la vez de razón, de sentimiento y de voluntad. Es un sistema psicológico con sus modos de acción específicos y un fenómeno sociológico tanto como una manera
experiencial de ser.
Una tal concepción de la muerte como un proceso universal de la naturaleza disminuye ciertamente el temor, facilitando su integración de la vida de todos los días. El temor en sí mismo es una
herramienta útil de la naturaleza, advirtiendo a los seres vivientes de los diferentes peligros a los que pueden estar expuestos dentro de un cierto ambiente. El temor puede llegar a ser nocivo
cuando tratamos de escapar de él rechazándolo en lugar de expresar esta emoción vital.
Al interior de las culturas orientales y «primitivas», el temor de la muerte es aceptado y aun utilizado para facilitar el crecimiento psicológico del individuo y del grupo. Entre los tibetanos,
por ejemplo, sus actitudes hacia la muerte y la agonía están desprovistas del tabú general que encontramos en Occidente. Allá, se encuentra a la muerte con respeto y veneración. Y la existencia
de la muerte llega a ser un estimulante para el desarrollo del hombre, Este crecimiento psicológico es subrayado durante toda la vida, y especialmente cuando la persona está moribunda. Un
principio de base del sistema budista - que impregna la vida de los tibetanos - es el carácter transitorio y el cambio constante del universo entero. Allí, la existencia de la muerte es utilizada
como un elemento psicológico indispensable para la consciencia del carácter transitorio de la vida, del cambio de todas las cosas y del valor precioso de este momento mismo del aquí y el ahora.
En este sentido, la muerte no es vista como un enemigo que se debe combatir y evitar a toda costa, sino como un aspecto indispensable de la vida, En otras culturas orientales la actitud hacia la
muerte es también de respeto y aceptación. Esto puede haber cambiado algo en China y Mongolia, donde una filosofía materialista y una industrialización intensa han predominado desde el
advenimiento del marxismo en esos países. Mientras más avanza un país en una tecnología materialista - Europa, EE.UU., Canadá - más hay una tendencia a poner énfasis sobre el tabú de la muerte
con sus consecuencias negativas.
En cambio, en ciertos países donde la industrialización y la tecnología no han llegado a su máximo- México, Venezuela, Brasil - el tabú de la muerte no es tan fuerte. En México, por ejemplo, hay
un día especial de la muerte y toda la población toma parte en festividades muy interesantes, donde la muerte es reverenciada y se la representa en actos teatrales, pinturas, esculturas
populares, y donde es celebrada con alegría -bailes y banquetes - en los cementerios, en noviembre de cada año.
La muerte como elemento terapéutico en las sociedades orientales y primitivas
En los diferentes países orientales y culturas primitivas, aprender a morir es un aspecto esencial del arte de vivir. Manuales como el «Libro Tibetano de los Muertos» y el de los egipcios son
recopilaciones muy antiguas, instrucciones para guiar al individuo en su viaje después de la muerte, tanto como para preparar
a la persona para su muerte biológica. Esta preparación para la muerte es, en efecto, una preparación para la vida, donde el individuo, liberado de sus temores y de sus angustias en relación con
la existencia de la muerte, puede gozar de una existencia más satisfactoria y plena de sentido.
Entre las diferentes técnicas que se ocupan de la existencia de la muerte en esas culturas, deseo mencionar la experiencia de muerte/renacimiento del ego, la que parece ser la técnica más
poderosa para prepararse a la muerte y al mismo tiempo enriquecer la vida. Allí, el individuo enfrenta el proceso de la muerte experimentando por rituales y/o técnicas meditativas la fase del fin
de la vida con los diferentes síntomas susceptibles de ser vividos por quien esté biológicamente en trance de morir. En este proceso experiencial, la persona tendrá la posibilidad de encontrarse
con sus propios temores conscientes o iinconscientes de la muerte y de la agonía y hará la experiencia en su cuerpo/espíritu de este proceso constantemente fluctuante de la transformación de su
universo interior y exterior. Esta experiencia, además de ser una preparación para la muerte, puede aportar una iluminación espiritual.
Aplicación de la psicoterapia de la muerte en Occidente
Hasta hace muy poco, la esfera de la tanatología era casi «terra incognita» en Occidente. La preparación a la muerte y la agonía estaba casi por entero confiada a la religión, y la utilización de
la muerte como elemento terapéutico para enriquecer la vida era desconocida.
Utilizando las técnicas de la terapia guestáltica, de la psicología budista tibetana, más una aproximación transpersonal, he desarrollado un sistema de educación terapéutica para tratar los
diferentes problemas psicológicos relacionados con la muerte y los moribundos. He aplicado ese sistema durante los últimos siete años en Europa, EE. UU. (instituto Esalen de California), Canadá,
México, Venezuela, Brasil y Australia. Utilizando una combinación de los elementos ya mencionados, he sistematizado un método para facilitar la experiencia de muerte/renacimiento del ego, el que
es habitualmente enseñado en seminarios esencialmente vivenciales. Es muy importante crear un entorno de apoyo en el que la persona se sienta segura y cómoda. Como el tema de la muerte y de los
moribundos es un tabú para la mayor parte de la gente, y siendo que a menudo el temor a la muerte es rechazado y mantenido en la sombra por numerosos mecanismos de defensa, este estado de
seguridad y de bienestar psicológico y físico es un factor muy importante para ayudar a la persona a dejar emerger sus temores sobre la muerte y los moribundos.
En esos seminarios se dan a los participantes numerosos ejercicios de grupo e individuales para facilitar a cada uno la experiencia de estas realidades de la manera más adecuada, Allí, en un
contexto psicoterapéutico se tratan problemas como el temor de la muerte física, del envejecimiento, de la pérdida de los seres queridos, de la pesadumbre y del suicidio. Además se enseña -
especialmente en los talleres destinados a profesionales de la salud - cómo tratar a los moribundos.
Una de las experiencias más importantes de estos seminarios es la muerte y el renacimiento psicológico del ego. Las personas que emprenden este proceso no tienen todas las mismas experiencias.
Algunas tienen muchas dificultades en pasar el umbral hacia la vivencia psicológica de la muerte. Ciertas personas llegan a un espacio sombrío o a un túnel, escuchan sonidos (descritos
generalmente como tañidos de campanas). Otros pueden tener experiencias desagradables, ver lugares semejantes a las descripciones del purgatorio cristiano o de infiernos de diferentes
cosmologías, antes de entrar en espacios más agradables y de ser finalmente capaces de hacer la experiencia de su propio renacimiento psicológico.
Ayudar a la muerte
El hombre teme a la muerte en Oriente tanto como en Occidente. Sin embargo, parece que psicológicamente podemos aprender y utilizar algunas de las técnicas desarrolladas y experimentadas durante
siglos en otras civilizaciones,
Cuando separamos la muerte de la vida en nuestro modelo dualista de aprehensión de la «realidad», al mismo tiempo nos separamos nosotros mismos conceptualmente de otros seres humanos y del mundo.
Cuando una persona produce esta sólida fantasía de que ella está aislada de toda otra cosa, ha perdido la noción de que ella es una parte de esta naturaleza y de este cosmos, y puede sentirse
débil y a menudo amenazada, aun si su ego es aparentemente fuerte. Entonces esta persona ensayará controlar su entorno más y más. Esta manera de negociar con el mundo es producida por las
fantasías - «el mundo es sólido y durable» - que controlan al individuo y lo llevan a reaccionar de esta manera determinada. En este contexto, ha perdido la percepción vivencial del flujo de la
vida y de la muerte, de este cambio inevitable y necesario de todas las cosas.
En Suecia, Dinamarca y EE. UU. se han empezado a instalar clínicas para ayudar a los moribundos. Es un primer paso muy importante y satisfactorio para facilitar a los enfermos terminales una
muerte digna, sin sufrimiento psicológico inútil. Sin embargo, esto no es suficiente para resolver los problemas causados por la forma en que el hombre moderno civilizado enfrenta a la muerte.
Sería necesario que se ofreciera al personal médico una educación competente para abordar los problemas psicológicos creados por las maneras habituales de concebir y de evadir la muerte,
integrándola en su formación profesional. Sería ideal también que, más adelante, se pudiera ofrecer al público nociones de tanatología, y que se pudieran introducir en los colegios como medida
preventiva. Ellas serían capaces de ayudar al niño a guardar intacta su capacidad innata de hacer frente a la existencia y a la aceptación de la muerte como un aspecto natural de la vida.
Leo Matos